Un llamado de atención para todo el sistema sociopolítico a nivel regional.
Por Claudio Fantini, Publicado en Diario El País de Uruguay.
El único con genuinas razones para festejar fue Javier Milei. Las dos grandes coaliciones tuvieron resultados decepcionantes. En cambio Milei logró ser el candidato más votado y también la fuerza política más votada. La suma de los contendientes en las respectivas internas de Juntos por el Cambio (JxC) y Unión por la Patria (UP) sacan menos que lo obtenido por el candidato ultra-liberal y su nueva fuerza política. Aunque su victoria demostró que el fenómeno no es el partido La Libertad Avanza, sino el personaje que lo lidera.
En todas las elecciones provinciales que hubo en estos meses, los candidatos de La Libertad Avanza obtuvieron resultados insignificantes. Eso reforzó la sensación de que Milei estaba en caída y su fulgurante irrupción en el escenario político, quedaría en vías de extensión. Sin embargo, contrariando también la declinación que mostraban las encuestas, fue el gran ganador de la jornada, convirtiéndose en el primer candidato de un espacio donde no está ni el peronismo ni el radicalismo, que vence a las coaliciones que ocuparon el lugar del bipartidismo tradicional.
¿Cuál fue el mensaje de las urnas? Teniendo en cuenta que Milei arrasó en barriadas pobres, y que quedando en el tercer puesto por debajo del 30% de los votos, el peronismo hizo la peor elección nacional de toda su historia, el mensaje le avisa al kirchnerismo que su aparato clientelar y sus políticas populistas no reducen el hambre y la desesperación social, sino que la incrementan. Ni su política monetaria sirve para defender la moneda de su derrumbe interminable, ni su política de control de precios logra impedir que la inflación crezca desaforadamente, ni sus políticas sociales protegen a las capas más vulnerables y desamparadas de la sociedad.
El kirchnerismo no logra absolutamente nada de lo que predica. En lugar de incluir a los excluidos y generar equidad y asenso social de los pobres según proclama como su rasgo principal, incrementa la exclusión social, la desigualdad y el hundimiento de la pobreza en la miseria extrema.
Por escucharse a sí misma y a la corte de obsecuentes que siempre le dicen lo que ella quiere escuchar, Cristina Kirchner no se enteraba lo que le acaban de comunicar las urnas: sus políticas son ruinosas para la economía y devastadoras para la sociedad.
A Juntos por el Cambio (JxC) el voto le dio un resonante cachetazo. Llevaba un par de años encabezando las preferencias de los argentinos en las encuestas. Su rango de principal fuerza opositora estaba fuera de discusión y era la segura ganadora de la elección presidencial de octubre. Pero las urnas le dijeron que no es la principal fuerza de oposición ni tiene asegurado ningún triunfo en octubre. Al contrario, la tiene muy difícil. ¿Por qué? Porque sus dirigentes se parecen demasiado a la media de los dirigentes argentinos: chamulleros profesionales que posan de gente seria que conoce de política, de economía y de administración pública, pero en realidad son improvisados y diletantes que sólo saben discursear con eslóganes y vender humo.
Ese rasgo de la mayoría de los políticos argentinos, y de casi todos en las dos principales coaliciones, hizo cotizar fuertemente una de las particularidades de Javier Milei: siempre dice lo que piensa. Muchas veces, lo que piensa suena horrible y parece mostrar perturbaciones psicológicas o ideas inquietantes sobre el valor de las personas. Pero Milei no tiene filtro y dice lo que piensa tal como lo piensa. En la misma línea está otra de sus particularidades: fue el único candidato que dijo lo que piensa hacer. La mayoría no entiende sus propuestas y muchas de ellas parecen irrealizables, porque Milei es el primer economista que convierte la teoría económica en programa de gobierno. Pero él describió propuestas mientras los otros candidatos “sanateaban” con slogans, frases hechas y gestos diseñados por expertos en coaching.
Sergio Massa y Rodríguez Larreta son dos exponentes de la política como prestidigitación de emociones, y no como explicación de objetivos y formas de alcanzarlos.
A Sergio Massa las urnas le dijeron lo mismo que a Rodríguez Larreta y Bullrich: es un miembro destacado de lo que, en su mayor acierto (y uno de los pocos), Milei describió como “la casta”.
Massa parece un exponente de lujo de la “chantocracia” imperante en Argentina, integrada por bribones con mucha cintura política y muy pocos escrúpulos. Gente que fuma bajo el agua, cuya habilidad es seguir generando expectativas a pesar de ser un incumplidor serial de promesas y compromisos asumidos.
Las urnas le gritaron de mal modo al kirchnerismo y al macrismo, que los considera parte de la decadencia ética, intelectual y política que lleva décadas exhibiendo la clase política argentina. Pero eso no quiere decir que Milei sea el mejor camino para que la política argentina deje de ser una calamitosa “chantocracia” para que primen los más capaces, más idóneos y más decentes.
El voto a Milei no reflejó el deseo de construir una dirigencia de excelencia, sino el desprecio a una runfla de “chantócratas” que destruyó una economía que tiene todos los elementos para alcanzar desarrollo y prosperidad.
El 30% que le dio la histórica victoria a Milei, no adhiere ideológicamente a sus dogmas, sino que ve en él irascible insultador de políticos, periodistas y demás miembros del “círculo rojo”, la furia y el deseo de patear el tablero.
En las PASO ganó el deseo de que “se vayan todos”. Y cómo será de grande y recargado ese deseo, que se canalizó a través de quien más ira, desequilibrio y desprecio expresa.