Aunque la probabilidad de un conflicto nuclear a gran escala ha disminuido en general desde el final de la Guerra Fría, todavía existen tensiones y preocupaciones en diversas regiones del mundo que podrían potencialmente desencadenar una crisis nuclear.
El año 2024 se presenta como un periodo inolvidable en materia de las amenazas mutuas entre varios actores de primera línea en la diplomacia nuclear que parecen estar cerca del cruce de las líneas rojas, con la promesa de una destrucción mutua asegurada.
Un interesante análisis comparativo entre las hipótesis de un programa televisivo y la realidad del mundo nuclear puede servir para conocer mejor este problema.
Fernando Vaccotti
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Por Paco Valbuena, para EOM
Los dragones de la serie son criaturas muy poderosas, capaces de cambiar las tornas en el combate más desfavorable. Su sola presencia basta en ocasiones para que el enemigo se rinda.
Son como los misiles nucleares en nuestro mundo: armas que pueden desencadenar la destrucción masiva.
Todo fan de la literatura fantástica sabe que los dragones son seres tan poderosos como temibles. Smaug en la Tierra Media, Norberto en la saga de Harry Potter, Drogon, Viserion y Rhaegal en Juego de Tronos… Tal es el poder de estas bestias aladas que su simple aparición infunde el miedo entre las tropas enemigas.
En Juego de Tronos, muchas guerras en la historia de Poniente se evitan porque algún bando le muestra al adversario el poder omnímodo de sus dragones, y esto ha bastado para izar la bandera blanca.
Los dragones son, en suma, verdaderas armas de destrucción masiva, como en nuestro mundo las armas nucleares.
Ambos sirven para forjar imperios, chantajear al enemigo y, llegado el caso, desatar un auténtico cataclismo.
Sin embargo, su uso no está exento de riesgos, por lo que pueden convertirse en armas de doble filo.
Entender el poder de estas criaturas legendarias nos sirve para comprender el uso, la capacidad de disuasión y los peligros de las armas nucleares.
El arma definitiva
El poder que otorgan los dragones en Juego de Tronos es sobrecogedor. Permiten a sus jinetes desatar una guerra aérea, imposible de llevar a cabo de otro modo en un mundo preindustrial.
Si sumamos su capacidad de escupir fuego y sus escamas casi impenetrables, son criaturas prácticamente invencibles.
Según la mitología de la saga, la domesticación de los dragones permitió a Valyria levantar el imperio más poderoso jamás conocido.
Después de su caída, Aegon el Conquistador se valió de las criaturas aladas para conquistar y unificar Poniente. Incluso el castillo de Harrenhal, el más grande de los Siete Reinos y hasta entonces considerado inexpugnable, sucumbió ante las llamas de su dragón. Ya en la serie original, Daenerys Targaryen aplasta a los Lannister gracias a su terrorífico Drogon, primero derrotando a su ejército en campo abierto y luego reduciendo a cenizas la capital de Westeros, Desembarco del Rey.
Todas estas situaciones recuerdan al poder que han demostrado las armas nucleares en el pasado.
Cuando Estados Unidos bombardeó las ciudades de Hiroshima y Nagasaki al final de la Segunda Guerra Mundial, la sola destrucción que causaron bastó para forzar la rendición y la ocupación de Japón. Como sucede con los dragones, los estadounidenses poseían de manera exclusiva un arma de poder sin igual en el mundo.
Esto llevó a otras potencias, como la Unión Soviética, a desarrollar armas nucleares, temerosas de quedar en desventaja contra sus rivales geopolíticos.
De ese modo proliferaron estas armas durante la Guerra Fría, y estuvieron a punto de provocar una guerra cataclísmica con la crisis de los misiles cubanos en 1962.
Dragones y misiles: el poder de la disuasión
Nada como presentarte en el campo de batalla con unos cuantos dragones para que tu enemigo deponga las armas. Según cuentan las crónicas, Torrhen Stark, último rey independiente del Norte, no tuvo más opción que hincar la rodilla ante Aegon Targaryen al contemplar los dragones que acompañaban a su ejército.
El conquistador difícilmente habría podido unificar Poniente sin la ayuda de sus bestias aladas. Más allá de su geografía, Poniente era antes un conjunto de siete reinos belicosos y desunidos donde las grandes casas gobernaban sus territorios sin responder ante una autoridad superior.

El mapa de Juego de Tronos
Aunque el mapa de ‘Juego de tronos’ y su precuela ‘La casa del dragón’ no cuenta con una versión completa, los recortes cartográficos de los libros y las series dividen «el mundo conocido» en tres extensos continentes
Por lo tanto, los dragones crean hegemonía política para sus poseedores en un mundo en el que ésta depende más de la fuerza que del consenso.
No es de extrañar que el período de máximo poder de la dinastía Targaryen en La Casa del Dragón sea también el período en que la casa reinante cuenta con más dragones. Tampoco es casualidad que la dinastía caiga cuando los dragones llevan tiempo extintos. ¿Podría haber triunfado la Rebelión de Robert Baratheon si el ejército lealista hubiese contado con dragones entre sus filas? No parece muy probable.
En la actualidad, poseer armas nucleares también es fundamental para aterrorizar al enemigo.
El presidente ruso Vladímir Putin suele usar la amenaza nuclear para disuadir una intervención de la OTAN en Ucrania.
Si bien no todos los países poseen un arsenal nuclear tan poderoso como el de Rusia o Estados Unidos, almacenar estas armas, aunque sea una cantidad simbólica, suele ser un síntoma de pretender hegemonía militar.
Es el caso de China, Francia e India. También son un recurso muy socorrido para aquellos países que defienden su independencia en un entorno hostil, como Pakistán, Israel y Corea del Norte.
Muchos países que han sufrido invasiones o cambios de régimen en las últimas décadas seguramente las habrían evitado si hubieran contado con armas nucleares.
Ucrania es sólo el ejemplo más reciente, pero, de hecho, renunció a su arsenal en 1994 a cambio de que se respetase su soberanía e integridad territorial. Podría decirse lo mismo de la caída de Muamar el Gadafien Libia en 2011 o de la invasión de Irak y el derrocamiento, captura y ejecución de Sadam Huseín en 2003.
En un mundo con una geopolítica cada vez más competitiva, no sería de extrañar que nuevos Estados intenten hacerse con estas armas.
Los peligros de la proliferación
Un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Y en el caso de los dragones, unos peligros enormes. Cuando están en libertad, los dragones tienden a sembrar el caos, destruyendo y quemando casas y cosechas por puro placer, cuando no alimentándose del ganado y de los propios súbditos del monarca.
En una de las escenas más trágicas de Juego de Tronos, Daenerys indemniza a un pastor cuya hija ha sido quemada viva por uno de sus dragones.
Estos “accidentes” provocados por dragones fuera de control recuerdan a los peligros de la energía nuclear, capaces de provocar desastres como los de Chernóbil en la Unión Soviética o Fukushima en Japón.
Las armas nucleares tampoco están exentas de peligros por fallos técnicos y humanos. En 1983, un radar soviético detectó por error un ataque nuclear estadounidense, y sólo la negativa del técnico a informar a sus superiores impidió una represalia soviética.
Por no hablar del riesgo, improbable pero no imposible, de que algún grupo terrorista pudiera hacerse con armas nucleares.
Si ya pueden resultar destructivos de manera accidental, usar dragones en la guerra puede ser devastador. Más aún si ambos bandos disponen de dragones.
En tal caso, la situación alcanza umbrales apocalípticos. Como señala Rhaenyra en el último capítulo emitido de La Casa del Dragón, las guerras civiles en la Antigua Valyria causaban desgracias innombrables, por lo que es preferible hacerse con el trono sin echar mano de estas criaturas, ya que hacerlo podría desencadenar un conflicto de una violencia inusitada.
En el mundo real, los peligros de la proliferación de las armas nucleares se han intentado solucionar desde los años sesenta con diferentes tratados para restringir su uso.
Sin embargo, el último tratado de este tipo, el New START, expiró en febrero de 2023, cuando Rusia se retiró del mismo. Además, estos tratados no han evitado que muchos países, sobre todo aquellos que se consideran amenazados, se rearmen para atemorizar a sus adversarios geopolíticos. También hay otros, desde Japón y Corea del Sur hasta Irán y Arabia Saudí, que están cada vez más tentados a desarrollar su propio arsenal nuclear. Una deriva internacional que, como los dragones en manos de varios bandos, puede tener consecuencias catastróficas