OPINIÓN
La milicia y partido chií se ha convertido en un Estado paralelo dentro de Líbano: controla amplias zonas y ha tejido una red de protección social tendiente a consolidar cada vez más su influencia territorial, religiosa y política en el país,
Un informe de EOM publicado un mes antes de los últimos acontecimientos en el Líbano y Siria que han tenido como blanco y objetivos militares a personas vinculadas con el movimiento Hezbollah de manera clandestina, llevando el conflicto a un nuevo nivel de violencia, tecnología e incertidumbre. la operación en su total ha dejado cifras de miles de heridos y cientos de muertos, pone de manifiesto la organización interna y la estructura de este movimiento.
También esta reciente operación contra la red clandestina de Hezbollah ha dejado en evidencia claramente que la capacidad militar de Israel basada en un sistema de defensa y un aparato de Inteligencia superlativo parece no tener un techo en el arte de llevar adelante el nuevo paradigma de la guerra híbrida.
También abre una ventana al hecho de an analizar los métodos para manejar los nuevos paradigmas de las guerras asimétricas.
Es impredecible el nuevo escalón de violencia ? Pensamos que no, y se debería estar preparando el mundo para una suerte de enfrentamiento macro en el Medio Oriente con ramificaciones que se proyectarán al resto del planeta.
Las nuevas guerras llegaron para quedarse y demostrar la fragilidad de este momento histórico de la seguridad planetaria.
Fernando Vaccotti
Por Álvaro Merino, EOM
Publicado el 2 julio, 2024
El pasado mes de marzo, Hezbollah, la “milicia” y partido político chií del Líbano, comenzó a instalar un lanzacohetes en el centro de Rmaych, un pueblo cristiano del sur del país árabe, muy cerca de la frontera con Israel. Los vecinos, temerosos de verse involucrados en los enfrentamientos diarios que Hezbollah mantiene con el Estado de Israel desde el 8 de octubre de 2023, hicieron frente a los milicianos y lograron expulsarles del poblado, aunque no pudieron impedir que estos acabaran lanzando sus misiles desde un bosque cercano.
El suceso de Rmaych da buena cuenta del control que Hezbollah posee en grandes regiones del mapa de Líbano, especialmente en el sur y el noreste, y de la incapacidad de Beirut para garantizar la seguridad de sus ciudadanos.
En muchos sentidos, la milicia chií es de hecho un Estado dentro del Estado: gestiona amplias zonas del país en las que ha tejido una importante red de protección social que incluye subsidios, pensiones de viudedad o pago de guarderías para la población afín y cuenta con varios medios de comunicación, organizaciones juveniles e incluso un equipo de fútbol.
Su creación se remonta a la guerra civil libanesa (1975-1990), en la que Israel intervino y envió tropas hasta en dos ocasiones para neutralizar las facciones palestinas que estaban atacando su territorio desde la frontera norte. En 1982, Tel Aviv pasó a controlar la mayoría del sur del país y partes de Beirut, la capital.
Fue en ese contexto cuando Irán decidió entrenar a jóvenes combatientes chiís para contrarrestar la ocupación israelí del Líbano y extender la revolución islámica en Oriente Próximo. Así, Hezbollah, que en árabe significa «partido de Dios», ya funcionaba como una milicia organizada a mediados de los ochenta gracias al apoyo iraní y también el de Siria y en 1985 publicó un manifiesto en el que prometía combatir a Israel y Occidente y defendía la creación de un Estado islámico.
En el año 2000 la guerrilla forzó la retirada israelí del sur del Líbano, lo que le granjeó un fuerte apoyo entre la población del país. Esa popularidad se mantuvo intacta a pesar de que en 2006 un ataque de Hezbollah sobre posiciones israelíes motivara una nueva guerra en el Líbano, y en 2008 varios partidos políticos libaneses acordaron que la organización y sus aliados recibieran más de un tercio de los ministerios y pudieran por tanto vetar políticas gubernamentales.
En 2009, la milicia actualizó su manifiesto y renunció al establecimiento de una república islámica, optando en su lugar por la creación de una «verdadera democracia». En 2018, Hezbollah y sus socios lograron una mayoría en el Parlamento del Líbano, aunque en 2022 la perdieron al retener únicamente 62 de los 128 escaños totales.
Junto con la consolidación en su país de origen, la organización paramilitar también ha aumentado su presencia regional y ha reforzado sus lazos con Irán y Siria en las dos últimas décadas, en las que ha lanzado misiles y orquestado incursiones violentas en el norte de Israel de forma frecuente. En 2011, cuando estalló la guerra civil en Siria, envió además miles de combatientes en apoyo de su aliado Bashar al-Ásad.
En la actualidad, se estima que Hezbollah posee entre 120.000 y 200.000 cohetes y misiles y su líder, Hasán Nasrala, afirmó en 2021 que contaba con 100.000 combatientes, aunque la cifra real probablemente se sitúa por debajo de los 30.000, además de unos 20.000 reservistas.
Desde el estallido de la actual guerra de Gaza, los rumores sobre una posible invasión israelí del Líbano han sido constantes, y el propio Gobierno de Benjamín Netanyahu ha insistido en esa posibilidad en las últimas semanas.
De materializarse, el conflicto entraría en una nueva fase en la que el Ejército israelí tendría que hacer frente a una fuerza mucho más armada, entrenada e impredecible que Hamás, y abriría un nuevo frente que se alejaría varias decenas de kilómetros de las fronteras del Estado judío. Supondría, en definitiva, el estallido de una guerra regional, un escenario que Netanyahu no ve con malos ojos si a cambio consigue cerrar filas a nivel interno y asegurarse el apoyo militar de Estados Unidos.
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Fernando Vaccotti 