Explosivos en Lima: el mensaje detrás de los ataques a “Compartamos”

Por Fernando Vaccotti

En menos de una semana, dos sucursales de un banco mexicano fueron atacadas con explosivos en la capital peruana. Más que un robo fallido, se trata de un síntoma del deterioro de la seguridad en Perú y de la expansión de tácticas criminales que ya son parte del repertorio violento en toda América Latina.

La noticia que estalló en Lima

El domingo una potente explosión destruyó cajeros y la fachada de la sucursal de “Compartamos” en Comas, Lima. No hubo víctimas, pero sí daños importantes. Era el segundo ataque en menos de siete días contra la misma institución: el viernes anterior otro estallido destrozó un cajero y afectó la infraestructura de un puente.

La policía confirmó el uso de explosivos y balones de gas, detonados mediante un sistema de cables. La intención aparente era robar dinero, aunque las bóvedas blindadas resistieron. Lo curioso es que, aun cuando el botín resultó escaso, el efecto de terror se instaló en la comunidad y en la opinión pública.

Perú bajo presión: el contexto criminal

Estos episodios no ocurren en el vacío. El Perú atraviesa una ola de extorsiones y violencia que combina sicariato, ataques con explosivos y amenazas a comerciantes, transportistas y bancos. En Lima y Trujillo se han registrado detonaciones como advertencia, parte de una dinámica de control territorial por bandas criminales que buscan ingresos rápidos y el sometimiento de víctimas a base de miedo.

Los estados de emergencia decretados en zonas críticas y el despliegue militar no han logrado frenar el fenómeno. Incluso, en algunos distritos de Lima, se habla de “captura criminal parcial” del espacio urbano, con negocios que pagan “cuota” y poblaciones enteras que reconocen vivir bajo presión del delito.

El ataque a cajeros: una táctica continental

Lo ocurrido en Lima conecta con una práctica ya extendida en el continente: la voladura de cajeros automáticos como técnica criminal.

Génesis y expansión

Brasil fue el laboratorio original. El llamado “Novo Cangaço” utilizó dinamita y emulsiones para arrasar con sucursales bancarias en pueblos pequeños, tomando rehenes y enfrentando a la policía con fusiles. Desde allí la práctica se expandió a Chile, Argentina, México, Colombia y ahora Perú, donde los delincuentes adoptaron dos variantes principales: Gas Explosive Attack: inyección de gas inflamable en el cajero y posterior ignición. Carga sólida: uso de dinamita o cordón detonante.

Tácticas, técnicas y procedimientos (TTP)

Ventana de acción: de madrugada (02:30–04:30).

Duración: entre 6 y 12 minutos.

Roles definidos: conductor, colocadores de la carga, tiradores externos y vigías.

Resultados habituales: si la bóveda es de nueva generación, el botín es mínimo, pero el impacto psicológico y material es devastador.

En paralelo, existen métodos complementarios como el arrancamiento físico del cajero con cadenas y el “black box” (intrusión digital para ordenar al cajero entregar dinero). Sin embargo, en nuestra región predominan las soluciones explosivas por su facilidad logística y la disponibilidad de insumos desviados de la minería y la construcción.

El verdadero mensaje

Los ataques a “Compartamos” en Lima son, ante todo, un acto comunicacional criminal: buscan instalar miedo, mostrar poder y desafiar la capacidad del Estado. Aunque el botín haya sido insignificante, el daño simbólico es enorme.

En un país atravesado por la extorsión masiva y la violencia urbana, estas explosiones marcan un nuevo escalón: el paso del “cobro de cupos” al uso de explosivos como lenguaje de control. Y cuando las bandas aprenden que la detonación intimida más que el robo, lo que está en juego no es el dinero del banco, sino la gobernabilidad misma.

Conclusión

Perú es hoy un laboratorio de lo que puede extenderse al resto de la región: crimen organizado con capacidad de violentar infraestructura crítica, replicando patrones de Brasil y México.

Los ataques a cajeros ya no deben leerse como meros intentos de robo, sino como una táctica de guerra criminal que erosiona la seguridad ciudadana, la confianza en las instituciones financieras y la autoridad del Estado.

El caso “Compartamos” no es un hecho aislado, sino un síntoma continental de una criminalidad que explota -literalmente- las fisuras del sistema.

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Autor: Fernando Vaccotti

Former Field Security Officer OIM AMCA Venezuela. Consultor Privado en FV Consulting. Experto en Seguridad Internacional. Security Consulting Services & Solutions. Consultor Experto en Seguridad WFP (Programa Mundial de Alimentos ONU). Field Security Officer en OIM ONU -Migración. Soluciones en Seguridad Multidimensional. Pensando soluciones fuera de la caja. Out of box thinking.

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