Por Fernando Vaccotti
Donald Trump regresó al atril de la ONU con la fuerza de quien no necesita moderarse ni pedir permiso. En la 80ª Asamblea General cargó contra el globalismo, denunció que la organización financia un “asalto contra las naciones occidentales y sus fronteras”, y volvió a colocarse en el papel de defensor de la soberanía nacional frente a organismos internacionales debilitados.
Lo que para muchos fue un discurso incendiario, para otros significó una advertencia: el orden global vuelve a polarizarse. Y, como siempre, Latinoamérica no queda al margen.
Por otro lado, en términos geopolíticos y estratégicos globales, el anuncio del despliegue de naves chinas en el Caribe agrega un condimento explosivo al tablero regional. No se trata solo de un gesto diplomático hacia sus aliados en la zona (Cuba, Venezuela), sino de un mensaje naval directo a Washington que dice que Pekín también puede proyectar poder en el “patio trasero” tradicional de Estados Unidos.
- Capacidad real: la proyección china en el Caribe sigue siendo limitada y depende de bases amigas; en contraste, el Comando Sur y la IV Flota estadounidense tienen control efectivo de las rutas y puntos estratégicos.
- Impacto político: aunque no logre alterar el equilibrio naval, la presencia china erosiona la percepción de hegemonía norteamericana, ofreciendo a regímenes como La Habana y Caracas una narrativa de “apoyo multipolar”.
- Respuesta de Trump: su discurso en la ONU se anticipa a esta jugada. Al insistir en soberanía y fronteras, envía el mensaje de que cualquier intromisión externa en el hemisferio será considerada una agresión estratégica.
En términos prácticos, EE.UU. mantiene el control militar del Caribe, pero el hecho de que China se atreva a desplegar naves allí muestra que el tablero geopolítico está en transición y ya no se trata de un monopolio estadounidense, sino de un espacio de disputa que puede volverse cada vez más caliente.
ANÁLISIS DEL DISCURSO DE DONALD TRUMP y PUNTOS DESTACADOS
Venezuela: el régimen bajo la lupa
El mensaje de Trump sobre regímenes que violan derechos humanos y se sostienen mediante “narcoterrorismo” tiene nombre propio: Nicolás Maduro. Aunque no lo mencionó, Venezuela fue señalada sin ambigüedades.
Las consecuencias se traducen en más aislamiento y un eventual endurecimiento de sanciones si Trump regresa al poder. Para el chavismo, es material para reforzar su narrativa antiimperialista; para la oposición, un espaldarazo moral. Lo cierto es que Caracas volverá a estar en el epicentro de la confrontación hemisférica.
Colombia: la paz total en riesgo
La crítica al narcotráfico también tocó fibras en Bogotá. Colombia sigue siendo un país atravesado por rutas, carteles y economías ilegales. Trump advirtió que la tolerancia al crimen transnacional es inadmisible.
Eso implica que un eventual retorno suyo a la Casa Blanca significaría más presión sobre Petro, cuya estrategia de “paz total” con guerrillas y narcos es vista en Washington como ingenua o cómplice. Colombia podría verse obligada a retomar el enfoque militarista y de extradiciones, lo que fracturaría aún más su ya compleja gobernabilidad interna.
Cuba: enemigo histórico y migración como arma
Cuba fue señalada indirectamente al hablar del uso de la migración como “arma contra Occidente”. Trump dejó en claro que no habrá concesiones: se vienen tiempos de cierre de válvulas migratorias y posible recrudecimiento del embargo.
La isla, sumida en su crisis energética y alimentaria, sufrirá aún más aislamiento. Y como en los peores tiempos de la Guerra Fría, La Habana volverá a instrumentalizar la confrontación con Washington para sostener su propaganda de resistencia revolucionaria.
Argentina: Milei ante el espejo
El discurso anti-globalista de Trump encontró eco inmediato en Buenos Aires. Javier Milei, ferviente admirador del mandatario, no dudará en aplaudir cada frase. Pero el riesgo es evidente: Argentina depende del financiamiento internacional que Trump desprecia.
Un alineamiento ciego con Washington podría dejar a Milei atrapado entre dos fuegos: seguir a Trump y romper puentes con organismos financieros, o mantener el vínculo con el FMI y ser visto como “cómplice del globalismo”. La decisión no será solo ideológica, sino de supervivencia económica.
Brasil: Lula, Bolsonaro y la guerra fría comercial
Brasil recibió el mensaje en dos planos: para Bolsonaro fue una reivindicación de su propio discurso; para Lula, una amenaza directa. Trump habló de contener la influencia de potencias emergentes, y China es el blanco real.
Si EE.UU. bajo Trump busca reducir la presencia china en la región, Brasil quedará en el centro del conflicto, ya que es el principal socio de Pekín en Sudamérica. Lula intentará resistir con retórica soberanista, pero la presión será real. Una nueva guerra fría comercial puede incubarse en el Cono Sur.
Palestina: la bandera que divide
Trump no evitó el tema más sensible en la ONU: Palestina. Ratificó su apoyo incondicional a Israel y denunció la manipulación internacional de la causa palestina como “cortina” para atacar a Occidente.
En Latinoamérica, este mensaje multiplica las tensiones. Venezuela y Cuba, aliados de Irán, profundizarán su alineamiento con Hezbollah y Teherán en nombre de Palestina. Mientras tanto, Brasil y Argentina enfrentarán presiones crecientes para definirse con claridad entre Washington y el bloque emergente.
Palestina vuelve a ser, en este contexto, una bandera de choque ideológico y palanca de poder para actores externos en la región.
En resumen, el discurso de Trump en la ONU fue algo más que retórica. Fue un manifiesto de soberanía, confrontación y ruptura con el globalismo. En Latinoamérica, sus repercusiones son claras:
- Venezuela: más cerco y presión internacional.
- Colombia: choque frontal con el proyecto Petro.
- Cuba: recrudecimiento del embargo y del aislamiento.
- Argentina: Milei entre la obediencia y la dependencia.
- Brasil: atrapado entre la lealtad a China y la presión de EE.UU.
- Palestina: la causa como catalizador de divisiones ideológicas.
Latinoamérica vuelve a ser tablero de disputa. Y en esa mesa, Trump dejó un mensaje inequívoco: “quien no se pliegue a la soberanía según mi definición, quedará del otro lado de la historia”.