Por Fernando Vaccotti
Resumen del ataque y antecedentes.
El atentado ocurrió el 28 de septiembre de 2025 en la madrugada, cuando desconocidos irrumpieron en el domicilio de Ferrero y lanzaron disparos y una granada. Afortunadamente, ni la fiscal ni su familia resultaron heridos. Se considera que podría tratarse de una represalia por la incautación de unos 2.200 kg de cocaína en agosto, cuyo destino aparente era Europa. En el pasado, Ferrero había recibido amenazas vinculadas con su rol en investigaciones de narcotráfico.
Contexto
El ataque contra la fiscal de Corte interina, Mónica Ferrero, marca un punto de quiebre en la historia criminal de Uruguay. Una granada y ráfagas de disparos contra su vivienda no solo pusieron en riesgo su vida y la de su familia si no que instalaron un mensaje brutal.
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El contexto regional refuerza la hipótesis: los carteles y bandas transnacionales suelen recurrir a estos atentados como señal disciplinaria hacia jueces, fiscales , policías de alto perfil o periodistas. Ecuador, Colombia y México están plagados de ejemplos.
Lo sucedido en estos días
El atentado no dejó heridos, pero traspasó todas las líneas rojas. Las investigaciones apuntan a la “línea Marset”, con sospechas de que el narcotraficante presumiblemente prófugo en Bolivia estaría detrás. Se realizaron allanamientos en Montevideo (Atahualpa y La Unión) y hubo detenciones de sospechosos vinculados al ataque.
La OEA y el Parlamento uruguayo condenaron el hecho, mientras el gobierno prometió reforzar la seguridad. El Ministerio del Interior afirmó que “ninguna advertencia va a poder con la Fiscalía, la justicia ni la Policía Nacional”.
Lógica del mensaje mafioso
Este atentado no fue una cortina de humo: fue un acto de comunicación criminal.

Atacar el domicilio personal de la fiscal demuestra alta capacidad de inteligencia, logística y voluntad de intimidación.
Cuando un ataque mafioso logra instalar miedo y no recibe una respuesta proporcional, se convierte en método repetible.
La “prueba piloto” ya se hizo, irrumpir en la casa de la fiscal más protegida del país y salir impunes envía un mensaje demoledor.
En la jerga criminal, esto se llama “golpe de autoridad paralela”: mostrar que ellos también tienen todas las capacidades operativas y estratégicas necesarias.
El uso de granada y armas de fuego indica espectacularidad mafiosa, con la intención de sembrar miedo más que de asesinar.
La situación refleja un patrón propio de las mafias regionales, la penetración del crimen organizado en todos los ámbitos y la utilización del hostigamiento a fiscales y jueces como mecanismo de presión, con el fin de frenar investigaciones y sembrar parálisis a través del miedo.
Expectativas
Escalada del desafío criminal. El crimen organizado uruguayo ya probó que puede desafiar al Estado en su núcleo institucional.
Respuesta política bajo presión: si el gobierno no actúa con rapidez y contundencia, el mensaje mafioso se consolidará.
Efecto intimidatorio: fiscales, jueces y periodistas podrían retraerse, y ese es el verdadero éxito del atentado.
Impacto regional e internacional: la OEA, ONU y socios de GAFILAT ya pusieron a Uruguay en el radar como un nuevo eslabón de la ola del crimen transnacional.
Riesgo de contagio: si no hay sanciones ejemplares, vendrán más ataques contra operadores judiciales y de seguridad.
Respuesta política: entre la firmeza y la improvisación
El dilema es claro y va en el sentido de endurecer con medidas excepcionales o reaccionar a medias con parches. La experiencia regional muestra que la tibieza solo alimenta la espiral criminal.
Por tanto, desde nuestro punto de vista, el Estado uruguayo se enfrenta a una disyuntiva histórica:
Restablecer la autoridad y blindar la institucionalidad.
O permitir que la mafia marque la agenda con la pólvora y el miedo.
Unas reflexiones
El atentado contra Mónica Ferrero no es un hecho aislado. Es el primer golpe visible de un crimen organizado que decidió dejar de esconderse. El mensaje fue directo: “sabemos dónde estás y hasta dónde podemos llegar”.
Este atentado debe leerse como un mensaje mafioso en estado puro, una advertencia calculada del crimen organizado a la institucionalidad uruguaya.
Este atentado no es un hecho aislado, es la primera ficha de dominó en una secuencia que puede repetirse. El crimen organizado ya probó que puede desafiar al Estado uruguayo en su núcleo institucional.
No fue un distractor, sino un acto de comunicación criminal, instalar el miedo, demostrar poder y condicionar a los operadores de justicia.
La gran pregunta no es si el fenómeno seguirá, sino cuándo y a quién le tocará después.
Uruguay está a las puertas de un ciclo de violencia que ya se conoce de sobra en Latinoamérica.
El desenlace dependerá de si el Estado responde con autoridad o si la lógica mafiosa del crimen organizado se instala como la nueva normalidad.