Por Fernando Vaccotti

Contexto y declaración
El 15 de octubre de 2025, el presidente Donald Trump confirmó públicamente que autorizó a la Agencia Central de Inteligencia (CIA) a ejecutar operaciones encubiertas en Venezuela, una decisión sin precedentes recientes en la política exterior estadounidense hacia América Latina. El anuncio, emitido desde Florida, marcó una ruptura con la tradicional discreción de Washington respecto a este tipo de acciones, abriendo una nueva fase de confrontación estratégica con el régimen de Nicolás Maduro.
La declaración se produjo apenas 48 horas después de que Estados Unidos confirmara una serie de operaciones letales contra embarcaciones vinculadas al narcotráfico frente a las costas venezolanas, que habrían dejado al menos 27 muertos. Estos ataques, justificados bajo el argumento de “autodefensa y combate al crimen transnacional”, fueron preludio de un mensaje más contundente: EE. UU. ya no se limitará a sanciones o presiones diplomáticas.
Desde Caracas, el presidente Nicolás Maduro respondió calificando la medida como un “acto de agresión y terrorismo de Estado”, denunciando una violación directa de la soberanía nacional y del artículo 2(4) de la Carta de las Naciones Unidas. En paralelo, Rusia e Irán expresaron “preocupación” por la escalada y advirtieron que cualquier intento de intervención sería interpretado como una amenaza a la estabilidad regional.
Alcances y naturaleza operativa
El concepto de operaciones encubiertas abarca un espectro amplio y es en sí mismo, un mundo paralelo dentro de las operaciones militares que incluye desde recolección de inteligencia estratégica, acciones de sabotaje, operaciones psicológicas, apoyo a grupos insurgentes, hasta misiones de neutralización selectiva de objetivos. En este caso, el margen de ambigüedad es deliberado ya que Washington busca mantener plausible negación, pero también capacidad de presión directa.
En términos prácticos, esto implica:
- Refuerzo de la presencia naval estadounidense en el Caribe Sur (Comando Sur y Cuarta Flota).
- Despliegue de medios de vigilancia aérea, drones ISR y sistemas SIGINT.
- Activación de redes de inteligencia humana (HUMINT) en territorio venezolano.
- Potencial apoyo logístico desde bases aliadas en Curazao, Aruba, Colombia y Guyana.
El mensaje político es claro: la doctrina de contención hacia Venezuela se ha transformado en una doctrina de acción directa, enmarcada bajo la narrativa del narco-terrorismo estatal.
Mensajes estratégicos
La autorización a la CIA proyecta múltiples capas de mensaje:
- Disuasión y advertencia directa a Maduro: el régimen es considerado una amenaza transnacional con nexos comprobados con redes narcocriminales y actores extrahemisféricos.
- Señal electoral interna: Trump consolida su narrativa de “mano dura” y busca capitalizar políticamente la idea de restaurar la hegemonía estadounidense en el hemisferio.
- Mensaje hacia aliados regionales: se redefine el rol de EE. UU. como actor interventor activo en la seguridad continental.
- Advertencia global: Washington retoma el principio de acción preventiva frente a regímenes que cooperen con potencias adversarias (Rusia, China, Irán).
Riesgos y repercusiones internacionales
El movimiento de la Casa Blanca plantea riesgos evidentes en materia de legalidad internacional y estabilidad regional:
- Posible violación del principio de soberanía y del Derecho Internacional Humanitario, al no existir mandato del Consejo de Seguridad.
- Eventual respuesta militar asimétrica de Venezuela, apoyada por aliados estratégicos.
- Fragmentación diplomática hemisférica, con una OEA dividida entre el apoyo tácito y la condena abierta.
- Riesgo de recrudecimiento interno en Venezuela: mayor represión, militarización y persecución de disidentes.
Sin embargo, desde la óptica estratégica estadounidense, el costo político es asumible si el objetivo es debilitar el aparato militar-inteligente del régimen bolivariano y contener la influencia de potencias rivales en su territorio.

La dimensión cognitiva: guerra en la mente antes que en el territorio
La decisión de Donald Trump de anunciar públicamente la autorización de operaciones encubiertas -algo inusual en la cultura estratégica estadounidense- puede interpretarse como un acto deliberado de guerra cognitiva.
La guerra cognitiva es la fase más moderna de la confrontación híbrida: busca modelar la percepción, alterar la voluntad y redefinir los límites de lo “posible” sin necesidad de empleo masivo de la fuerza.
En este contexto, el anuncio no solo tiene valor operativo, sino psicológico y simbólico. Envía un mensaje simultáneo en múltiples niveles:
- Hacia el régimen de Maduro: infundir la percepción de vulnerabilidad, de infiltración inevitable y de pérdida de control interno.
- Hacia la sociedad venezolana: generar dudas, temor y expectativas sobre una eventual caída del régimen, activando el rumor, la desinformación y la fractura social como herramientas indirectas de desestabilización.
- Hacia la opinión pública estadounidense y global: reinstalar la imagen del liderazgo firme y omnipresente de EE. UU., revalidando la narrativa del “orden frente al caos”.
Desde el punto de vista doctrinal, esto responde a la lógica de la multi-domain operations (MDO) y a la estrategia de influencia cognitiva integrada, donde el acto comunicativo -una simple declaración presidencial- puede equivaler a una maniobra táctica.
Como señala la OTAN en su informe de 2023 sobre Cognitive Warfare, “quien controla la información, controla la mente; y quien controla la mente, controla la realidad”. En este caso, el anuncio de Trump opera como un vector de disuasión y manipulación psicológica, diseñando un entorno mental favorable antes de cualquier operación física.
En términos latinoamericanos, esta dimensión es particularmente sensible: sociedades polarizadas, ecosistemas digitales altamente vulnerables a la desinformación, y un sistema mediático permeable a la narrativa del poder. Así, la guerra cognitiva no necesita soldados, sino percepciones, y Venezuela es un terreno fértil para ese experimento.

Dos escenarios prospectivos
Escenario A: Operación limitada y de baja visibilidad
La CIA desarrolla operaciones focalizadas, inteligencia, sabotaje logístico, guerra psicológica y apoyo a redes clandestinas opositoras.
El objetivo no es un cambio de régimen inmediato, sino erosionar las capacidades internas de Maduro, generando deserciones y fracturas dentro de las Fuerzas Armadas Bolivarianas.
Ventajas:
- Bajo costo político y militar.
- Riesgo controlado de escalada.
- Flexibilidad táctica y reversibilidad.
Riesgos:
- Descubrimiento de agentes o filtraciones.
- Incremento de la represión interna.
- Posible involucramiento de terceros (Rusia, Irán, Hezbollah).
Escenario B: Escalada directa y operaciones de captura o neutralización
Estados Unidos podría avanzar hacia operaciones de intervención limitada, con fuerzas especiales y ataques de precisión sobre objetivos estratégicos o figuras del régimen.
El objetivo sería forzar un colapso del núcleo político-militar de Caracas y acelerar la transición.
Ventajas:
- Impacto psicológico y estratégico inmediato.
- Capacidad de redefinir el equilibrio de poder interno.
Riesgos:
- Confrontación abierta con fuerzas regulares venezolanas.
- Crisis humanitaria y desplazamientos masivos.
- Reacción militar indirecta de aliados de Maduro.
- Aislamiento diplomático de EE. UU. si se percibe una agresión unilateral.
Una lectura geopolítica
La autorización a la CIA debe entenderse como parte de una estrategia integral de presión, no como un episodio aislado. Estados Unidos reconfigura su política de seguridad hemisférica, volviendo a un patrón de intervención selectiva que recuerda a la Guerra Fría, pero bajo nuevos pretextos: narcotráfico, terrorismo y defensa de la democracia.
Venezuela, en este marco, se convierte en un laboratorio del poder duro estadounidense, mientras China y Rusia observan de cerca la evolución del conflicto. La posibilidad de una guerra híbrida regional -con componentes cibernéticos, mediáticos, financieros y clandestinos- es hoy más real que nunca.
Qué esperar
La decisión de Trump de reconocer públicamente la autorización de operaciones encubiertas en Venezuela no solo marca una ruptura política, sino que redefine el tablero estratégico continental. En un hemisferio donde los equilibrios de poder son cada vez más frágiles, el retorno de la acción encubierta (ANUNCIADA) como herramienta diplomática y coercitiva podría abrir un ciclo de inestabilidad regional y también generar nuevas alianzas con aquellos gobiernos que se tomen seriamente esta política de enfrentar y terinar con estas bandas a nivel regional.
El crimen organizado trasnacional debe estar evaluando profundamente pero a la velocidad que habitualmente se maneja, es decir, muy rápido, qué cursos de acción seguirán y una vez más re diseñarán sus procedimientos y planes de negocios.
A su vez el éxito o el fracaso de esta estrategia dependerá también de tres importantes factores:
- La eficacia real de la inteligencia operativa.
- La capacidad de EE. UU. para evitar una escalada no controlada.
- La respuesta del bloque Maduro-Rusia-Irán-China.
El tablero está en movimiento, y con él, la posibilidad de un nuevo punto de inflexión en la seguridad del continente americano. La Inteligencia está de nuevo.