Por Fernando Vaccotti
María Corina Machado se ha convertido, en menos de una década, en el principal vector político y simbólico de la resistencia democrática venezolana. Ingeniera de formación, liberal sin ambigüedades y opositora frontal al chavismo desde sus orígenes, Machado logró algo que parecía imposible: unificar a una oposición fragmentada, desnudar la naturaleza criminal del régimen y disputar el poder desde una legitimidad social incontestable.

Su presencia prevista en Oslo, en el marco del Premio Nobel de la Paz – sea como reconocimiento, candidatura o acto político de alto impacto internacional – marca un punto de inflexión estratégico. No solo por el respaldo moral y político que implica, sino porque expone con crudeza la creciente vulnerabilidad del régimen chavo-madurista-cubano, incapaz de retener, silenciar o neutralizar a su principal adversaria sin pagar costos externos inasumibles.
Las manifestaciones multitudinarias registradas en ciudades de Europa, Estados Unidos y Latinoamérica confirman que el conflicto venezolano dejó de ser “interno”. Presidentes y gobiernos como los de Argentina, Ecuador, Paraguay, Costa Rica y sectores relevantes de Brasil y Chile han expresado apoyo explícito. Otros – México, Colombia, Bolivia, Nicaragua, Cuba, Uruguay – optan por el silencio cómplice o el alineamiento directo con Caracas, confirmando la fractura regional entre democracias imperfectas y regímenes funcionales al eje autoritario.
Desde el punto de vista de seguridad e inteligencia, el hecho de que Machado haya salido de Venezuela sin detección efectiva es demoledor. Revela fallas graves en los anillos de control, erosiona la narrativa de “dominio total” y recuerda, inevitablemente, a la Operación Guacamaya: estructuras que aparentan fortaleza, pero están permeadas, cansadas o divididas.
En los cuarteles bolivarianos, el mensaje es claro: el régimen ya no es invulnerable. La combinación de presión internacional, legitimidad social interna y fractura psicológica dentro de las fuerzas armadas alimenta una percepción peligrosa para Maduro: la posibilidad real de una implosión, más que de una invasión.
La figura de María Corina Machado hoy trasciende la política: es el catalizador de la fase final. Y cuando los regímenes criminales empiezan a perder el control del miedo, el final – aunque caótico – deja de ser una hipótesis para transformarse en una cuenta regresiva.