Por Fernando Vaccotti
Irán atraviesa uno de sus momentos más delicados de los últimos años. Las protestas que hoy recorren Teherán y otras ciudades no son un fenómeno espontáneo ni exclusivamente económico, son el síntoma visible de una crisis estructural, donde colapsa la moneda, se erosiona la legitimidad política y se reactiva un viejo conflicto entre sociedad y poder religioso-militar.
El detonante inmediato ha sido el derrumbe del rial, la inflación persistente y la imposibilidad de amplios sectores de sostener su vida cotidiana. Comerciantes, estudiantes y trabajadores – actores históricamente prudentes – han salido a la calle. Pero reducir lo que ocurre a una simple crisis económica sería un error de análisis.
El Estado islámico iraní: poder religioso y poder armado
Desde 1979, Irán se organiza como una república islámica chiita, un modelo singular que fusiona religión, política y fuerza militar. El Estado no solo gobierna: interpreta la fe, define la moral pública y se reserva el derecho de “defender la revolución” dentro y fuera de sus fronteras.
En ese esquema, la Guardia Revolucionaria no es un ejército convencional: es un actor ideológico, económico y represivo, con enorme influencia interna y regional. Dentro de ella, la Fuerza Quds cumple una función clave: proyección externa, guerra indirecta y articulación con actores no estatales aliados.
Chiismo, legitimidad y calle
A diferencia del sunismo mayoritario en el mundo islámico, el chiismo político iraní se construye sobre la idea del martirio, la resistencia y la espera de un orden justo guiado por líderes religiosos. Esa narrativa fue eficaz para consolidar el régimen tras la revolución, pero hoy muestra fisuras profundas.
Cuando sectores sociales empiezan a cuestionar no solo los precios, sino la autoridad moral del sistema, el problema deja de ser económico y se convierte en político-religioso. Y eso, para Teherán, es una amenaza existencial.
¿Qué está en juego?
Lo que ocurre hoy en Irán no anticipa necesariamente un cambio de régimen inmediato, pero sí marca un nuevo ciclo de desgaste. El Estado islámico enfrenta una paradoja: necesita orden para sobrevivir, pero ese orden se sostiene sobre una sociedad cada vez más exhausta.
Irán no está solo ante una protesta. Está ante un espejo incómodo, con una población que ya no acepta sacrificios infinitos en nombre de una revolución que siente cada vez más lejana.
El factor externo: derrota estratégica y costo reputacional
A este malestar interno se suma un factor decisivo, el impacto acumulado de la derrota estratégica sufrida por Irán en su confrontación indirecta con Israel y Estados Unidos en los últimos dos años. La degradación severa de Hezbollah y Hamas, las derrotas operativas de los Hutíes y el quiebre del llamado “eje de la resistencia” —tras la caída previa de Siria— dejaron a Teherán con un enorme agujero económico, militar y reputacional, cuyo costo hoy se traslada directamente a la sociedad iraní.
Fuentes:
Associated Press (AP News) Cobertura actualizada sobre protestas en Irán, deterioro económico, inflación, respuesta del gobierno y uso de fuerzas de seguridad.
Reuters Análisis continuo sobre el colapso del rial, sanciones, impacto económico de la confrontación regional y degradación del eje proiraní. Council on Foreign Relations (CFR) Marco estratégico sobre el rol de la Guardia Revolucionaria, la Fuerza Quds y la política regional iraní frente a Israel y Estados Unidos.
International Crisis Group Informes de fondo sobre legitimidad del régimen, tensiones sociales internas y efectos acumulativos de derrotas externas. Financial Times Evaluación económica y reputacional de Irán tras el debilitamiento de Hezbollah, Hamas y el quiebre del eje de la resistencia.
Fernando Vaccotti 