Bolivia : La narcopandemia no tiene vacuna

Si vamos al principio de la cadena de producción, la reciente publicación del informe anual de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc) resulta elocuente. “En 2019, el cultivo de coca en Bolivia se incrementó en 10 por ciento en comparación con los datos de 2018″, señaló Thierry Rostan, representante de Unodc en Bolivia. En concreto, el informe señala que estas plantaciones aumentaron a 25.500 hectáreas, tras estar en 23.100 en 2018.

Hubo más oferta porque hubo más demanda de la materia prima para fabricar la archiconocida droga blanca. No queda demás remarcar que, según investigaciones de esta y otras agencias internacionales, más del 95 por ciento de la producción de hojas de coca del trópico cochabambino sirven para la fabricación de cocaína.

La relación entre producción de coca y fabricación de droga también sumó diversos indicios en los últimos meses. Se inició con una serie de exitosos anuncios que el actual gobierno realizó desde finales de 2019. “Hasta la semana pasada todo el trabajo que han hecho los señores que luchan contra las drogas ha superado, en menos de 60 días, toda la incautación realizada en un año por el Gobierno del Movimiento Al Socialismo (MAS)”, decía el ministro de Gobierno, Arturo Murillo, el 10 de enero. Esa tarde se había requisado 1,4 toneladas de cocaína.

Luego, como si una pieza se ajustara con otra, los anuncios de retorno de las fuerzas policiales a la región del Chapare recibían recurrentes advertencias. Los uniformados habían reducido su presencia en tiempos del cambio de gobierno que concluyó con la huida, desde Chapare, del expresidente Evo Morales. Las nuevas autoridades adelantaban la intención de iniciar nuevas campañas de erradicación de cocales. Mientras, entre anuncios y rechazos, llegó al país la pandemia de la Covid-19.



Territorio sin Policía

Luego, a 21 días de instaurada la cuarentena contra el virus, el 15 de abril, el Gobierno trasladó policías a la zona. Unas escuadrillas de efectivos fueron desplazadas a Shinaota, Villa Tunari y otros poblados para controlar el cumplimiento de la medida. Pero al día siguiente los cocaleros advirtieron que los iban a expulsar. Anunciaron, literalmente, que no se iba a permitir que la Policía actúe en la región sin “conversar”, “coordinar”, “consensuar”, en suma, ser autorizados por ellos. Horas más tarde una turba cumplió la amenaza en Shinahota, considerada durante décadas “el centro nacional de la cocaína”.

Decenas de videos circularon por las redes sociales mostrando cómo, en medio de gritos y amenazas, grupos de personas recorrieron las calles y llegaron hasta la unidad policial. Luego, rozando el límite entre la amenaza y la violencia física, expulsaron a los policías del pueblo. Los agentes se marcharon cabizbajos, escoltados y amenazados por las turbas a punta de gritos.

En Villa Tunari, sus pares se replegaron voluntariamente y en la unidad de Chimoré se optó por un férreo acuartelamiento. Una especie de doble cuarentena.

La industria blanca

 En los siguientes días las organizaciones cocaleras señalaron que apoyarían a las personas afectadas por la cuarentena y enviaron camiones con frutas a Cochabamba. Pero a poco más de una semana de la expulsión de la Policía del Chapare un descubrimiento opacó la generosidad de aquellas donaciones. El 24 de abril, la Unidad Móvil de Patrullaje Rural (Umopar) anunció la incautación de 43 mil litros de gasolina clandestina en las puertas de Chapare.

Tal cual, los efectivos de esta unidad policial interceptaron, en la tranca de Locotal, cuatro camiones de alto tonelaje. Dentro de estos vehículos hallaron 43 mil litros del combustible usado regularmente como precursor para la cocaína. Estaban camuflados en medio de verduras y víveres. Según las primeras conclusiones la sustancia tenía como destino final fábricas de droga existentes en Villa Tunari y Chimoré.

La segunda ecuación quedaba cerrada: producciones récord de coca, ingresos furtivos de decenas, probablemente cientos, de miles de litros de precursores y un territorio sin policías. Sólo restaba tener datos sobre exportación de la droga y algo parecido a estudios de mercado. Las noticias al respecto no escasean.

Exportación forzada

El analista Carlos Valverde Bravo ha relatado que sabe de al menos cinco casos en los que en las haciendas benianas se procede a un nuevo tipo de narco extorsión: grupos de narcotraficantes visitan las estancias y les piden a sus propietarios que salgan de ellas con toda su gente, no aceptan un “no” por respuesta. Al día siguiente utilizan el lugar como pista de embarque de droga y luego devuelven la propiedad. Al tercer día autorizan el retorno del propietario y sus allegados. Luego le entregan un maletín con 100 mil dólares y tampoco aceptan un “no” por respuesta.  

Valverde, quien ha escrito ya dos libros sobre el funcionamiento del narcotráfico en Bolivia tiene clara la principal ruta de los narcos: “Del Chapare van directamente al Beni, por agua o por tierra”. Asegura además que hay una múltiple operación cocainera en el país. Añade que el fenómeno se potenció sustancial y estructuradamente durante el Gobierno de Evo Morales.  

“Todos los cárteles están en Bolivia –ha declarado en su programa Sin Compostura-. Están los mexicanos trabajando con los colombianos, están los brasileños de los dos carteles (Comando Vermelho y Primer Comando de la Capital). Somos el supermercado del narcotráfico en Sudamérica. Surtimos a Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay. No surtimos a Perú porque los narcos bolivianos compran más droga de Perú pues no les alcanza la que se produce en el país. Consideremos además que la hoja de coca hoy rinde tres veces más que antes debido a la tecnología que se usa”.

La tendencia de producción señalada por el PNUD implica que en Bolivia se elabora cerca de una cuarta parte de la cocaína que se consume en el planeta. Las preguntas adicionales se hallan en los mercados de la droga boliviana y el efecto pos-Covid-19 sobre el negocio.  

Futuro “prometedor”

Según otro informe de la Unodc, publicado este 26 de junio, la crisis de la Covid-19 posiblemente conduzca a un aumento en el uso de drogas a nivel mundial.  “Los grupos vulnerables y marginados, los jóvenes, las mujeres y los pobres pagan el precio del problema mundial de las drogas -dijo la directora ejecutiva de Unodc, Ghada Waly, en un comunicado-. La crisis de la Covid-19 y la recesión económica amenazan con agravar aún más los peligros de las drogas, cuando nuestros sistemas sociales y de salud han sido puestos al límite”.

El informe destaca especialmente las afectaciones en las poblaciones más vulnerables tras el aumento del desempleo y las crisis económicas. La agencia de la ONU advirtió que las personas con menos recursos podrían recurrir al cultivo o al tráfico para ganar dinero. Pero además añade que el consumo entre estas poblaciones podría aumentar.

En otro acápite la organización señala que el mundo debe aprender de lo ocurrido en crisis económicas previas, como la de 2008. Desde aquella se registró un aumento del uso de drogas “alarmante” durante la última década, con 269 millones de consumidores en el globo en 2018. Ello supone un aumento del 30 por ciento desde 2009. El informe examina principalmente datos recopilados hasta inicios de 2019 y subraya especialmente que el uso de cocaína y metanfetamina ha aumentado en los últimos años.

Paga en especie

La evaluación parece confirmarse puntillosamente en el país. “Lo evidente es que se produce más cocaína, se exporta más cocaína y tenemos cada vez más narcotraficantes en Bolivia –ha dicho Valverde–. Pero así como se exporta más, lamentablemente hay más consumo internamente, y los chicos están comenzando a consumir desde muy chicos y están cambiando el paso de la clefa al pitillo (pasta base de cocaína o “paco”) sin pasar por la marihuana”.  

Un exinvestigador policial que prefiere mantener su nombre en reserva explica y amplía el fenómeno que cita Valverde: “Bolivia es desde hace años una especie de autopista de la droga. Los narcos para transitar por el territorio, prácticamente todos los departamentos, no pagan en plata, sino en droga y de diversa variedad. Entonces, fomentan el microtráfico. Sube mariguana paraguaya hacia Chile, baja o cruza cocaína de exportación, reparten residuos y adulterada para ganar más en las calles. Eso les cae, según bolsillo y lugar, a platudos como a miserables. Y se ha incrementado lo que se dice ‘horrores’ el consumo”.



El incremento señalado por el exinvestigador bien puede ser respaldado por un cálculo moderado que realizó el analista Carlos Borth Irahola. Borth, utilizando datos oficiales del Gobierno de Evo Morales, estableció que sólo entre 2014 y 2017 la producción boliviana de cocaína subió de 4,8 toneladas métricas a 31,3 toneladas métricas. Es decir, un aumento del 452 por ciento. El analista además aclara: “Esta cifra, en realidad, podría ser sustancialmente más grande si en el análisis se incorporan las nuevas tecnologías que elevaron la productividad de la cocaína y si, además, nos quedásemos con las 12.000 hectáreas legales que autorizaba la antigua Ley 1008”.

El negocio de la cocaína se disparó en Bolivia, así como en Perú y Colombia, debido al boom que se desató en Brasil. Vecino de los tres productores mundiales de “la blanca”, el coloso sudamericano se convirtió en los últimos años en segundo mercado mundial de esta droga. Así lo afirman informes de la propia Policía Federal. El primer consumidor planetario resulta EEUU, con 5,9 millones de adictos, pero Brasil tiende a alcanzarlo con un salto que en algo más de un lustro pasó de 2,6 a 5,6 millones de cocainómanos.

El gramo de cocaína cuesta en Bolivia un dólar; en Brasil, 5 y en EEUU, 30. Mientras que en Europa supera los 58 dólares. Cifras que, entre ganancias, otros delitos asociados, mafias y más víctimas, completan esos grandes circuitos que se inician en zonas como Chapare. Esa región donde esta semana el principal ejecutivo de los productores cocaleros, Andrónico Rodríguez, “autorizó” el paso de una caravana humanitaria. El convoy, escoltado por policías y representantes de la Cruz Roja, llevaba oxígeno para víctimas del coronavirus, en medio de un país paralizado por bloqueos de grupos masistas.

    Por Rafael Sagárnaga, publicado en Los Tiempos.            

Autor: Fernando Vaccotti

Former Field Security Officer OIM AMCA Venezuela. Consultor Privado en FV Consulting. Experto en Seguridad Internacional. Security Consulting Services & Solutions. Consultor Experto en Seguridad WFP (Programa Mundial de Alimentos ONU). Field Security Officer en OIM ONU -Migración. Soluciones en Seguridad Multidimensional. Pensando soluciones fuera de la caja. Out of box thinking.

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