En la provincia de Buenos Aires el 3,2% de los delitos son cometidos por menores de edad. En total se abrieron 26.026 expedientes. La cifra surge del último revelamiento difundido por la Procuración General y que involucra al 100% de los expedientes abiertos en 2017. Para el año 2018 se mantiene una proyección similar.
De esa cifra, 1.344 causas fueron iniciadas por infracción a la ley de drogas (la 23.737). Esto es casi el 2%. En la mayoría de esos casos, los jóvenes fueron “captados” por bandas narcos para hacer las veces de “soldaditos” o “satélites” en los sectores de las villas donde se realizan las ventas como los zigzagueantes pasillos de barrios como la villa 1-11-14, en el Bajo Flores; Villa La Rana, en Quílmes o Puerta de Hierro, en La Matanza.
En ese último barrio bonaerense, arrasado por el “paco”, y tomado por pequeñas organizaciones narcos, viven unas 700 familias.
El “paco” es una droga que destroza y mata a los jóvenes. También es introducida en las villas por estas mafias que primero la distribuyen de manera gratuita y una vez que generan la adición, la enfermedad, es utilizada para reclutar a los “soldaditos” que “trabajaran” como mano esclava para “ganarse” varios envoltorios de veneno para alimentar las pipas metálicas.
Eso es lo que le contó Juan R., un menor de 16 años, al juez de menores del distrito judicial de La Matanza después de ser detenido en una redada policial que terminó con la demolición de cuatro bunkers.
Los “clanes familiares” que toman por asalto –muchas veces a sangre y fuego- manzanas de los barrios más humildes del Conurbano Bonaerense –pero también del Gran Rosario o la Gran Córdoba- y sacan provecho de la ausencia del Estado sometiendo a niños y niñas a cambio de comida para sus familias o una suma fija en pesos diarios –que va de 500 a 2.000 pesos- trasformando de esta manera –la peor de todas- al narcotráfico como una forma de “trabajo” rentado.
Para los delincuentes una de las claves principales es que los menores, en la mayoría de los casos, son considerados inimputables por los jueces.
Algunos casos en los que intervino la policía bonaerense sirven de muestra para advertir que casi a diario son desmembradas organizaciones criminales, muchas de ellas de poca envergadura, pero que tienen a niños y niñas como integrantes pero que, en verdad son rehenes de estos grupos mafiosos.
El 21 de agosto de 2018, la policía Bonaerense detuvo una banda narco liderada por un peligroso traficante apodado como “El Palomo” y que proveía droga a las Villas Itatí y Springfield de Quilmes.
“Palomo” tenía pedido de captura nacional e internacional desde diciembre de 2017 por haber asesinado de varios disparos, junto a tres secuaces, y a “dos soldaditos” que había reclutado en Quílmes; a otro narco de 27 años –también de nacionalidad paraguaya- y herido a otra persona mientras tomaban una cerveza en la puerta de la casa de la víctima.
Según las tareas de inteligencia, que incluyó escuchas telefónicas, “Palomo” decidió matar a su conciudadano “para quedarse con el territorio de venta de drogas en Villa Itatí y Springfield”.
Los detectives también descubrieron la manera en que se movía la red delictiva y la forma de reclutar menores en el barrio a los que “entrenaba para hacer de ellos futuros sicarios”.
Una problemática que cada vez avanza más en el Conurbano Bonaerense y de la que se habla muy poco.
_______________________________________________________________