Uruguay: una sociedad anestesiada socialmente ante el imparable fenómeno del narco.

“Expandida como un virus, la cultura narco pone y derriba gobiernos, compra y vende conciencias, se toma la vida de las familias y ahora la vida de las naciones.

La cultura narco es la cultura del nuevo milenio.”

                                                                                                 Tomás Eloy Martínez

Opinión

La sociedad uruguaya y el país han cambiado completamente en este nuevo siglo al influjo de, entre otros factores, la cultura narco y el fenómeno del crimen organizado y su aterrizaje a nivel continental de manera incontenible.

Si a esto le agregamos la muy acentuada creencia de la más profunda idiosincrasia nacional que tiende a pensar en que ciertos eventos no van a ocurrir nunca en el país o que se van a demorar en llegar -como también es característico- unos diez años con respecto al resto del mundo, tanto para lo bueno como para lo malo, se explica como una suerte de anestesia social no ha tenido la capacidad de anticipar eventos que han incidido en la Historia reciente. Durante mucho tiempo se entendió y así se pregonó que el Uruguay era un país de tránsito para todo lo relacionado al narcotráfico y asociados.

Quizás lo fue en algún lejano momento, pero teniendo en cuenta los sucesivos gobiernos que han administrado a nuestro país en la etapa democrática y su carencia de eficaces políticas en todo lo referente al control de las fronteras terrestres, marítimas y aéreas, se transitó un camino que es aparentemente sin retorno hacia este fenómeno de la irrupción del crimen organizado como un factor estructural de la nueva realidad social y a un descalabro de la seguridad pública y ciudadana.

Hace ya años que hablamos y escribimos sobre estos temas no solamente en Uruguay, si no que hemos tenido la oportunidad profesional de exponer a nivel internacional, así como analizar estos procesos en otros países de la región. Por eso advertimos de la llegada de las bandas criminales a nuestro país y del lo que ello implicaría en un seguro cambio de los escenarios urbanos de la violencia y el crimen en general.

Pero las sucesivas administraciones de gobierno han sido espectadores de primera línea del arribo de la corrupción, el narcotráfico y el auge de todo tipo de contrabando y delincuencia en general sin tener políticas claras de combate y sin  presentar un real obstáculo para el crecimiento de esta ola de violencia y ser capaces de generar un cambio en la cultura de la delincuencia, marcada por hechos de violencia inusitada que eran impensables hace no mucho tiempo y que hoy son solamente una noticia más en la lista de los hechos tremendos de delincuencia que relatan los noticieros.

Lejanos parecen los tiempos de los históricos narcos como el Bocha Risotto, “Omarcito”*[1] Clavijo y el Lilo entre otros, la escena veraniega esteña y el arribo del éxtasis solamente en esa época del año y los códigos que manejaban estas personas, que vale la pena comentar, tenían su propia red de apoyo entre las autoridades políticas y policiales, en un país en el que todo este submundo se ha mezclado de tal manera que existe una nueva clase de personajes influyentes manejando hilos del poder desde las sombras y no tanto, como ha quedado al descubierto en estos últimos tiempos luego de notorios casos de corrupción a todo nivel, con algunos operadores entre las rejas, otros con prisión domiciliaria y una cúpula de la Policía Nacional destituida así como una considerable cantidad de Jefes de Policía departamentales relevados en medio de denuncias e investigaciones por actividades delincuenciales.

Hace poco en una muestra muy cruda de lo que sucede en las periferias de Montevideo, La Fiscalía le imputó el homicidio de una mujer que apareció desmembrada en el barrio Peñarol a uno de los capos narcos del barrio y el exmarido de la mujer, que vengó su muerte colaborando en el homicidio de otro de los responsables, fue también condenado.

A continuación, una crónica tomada del Diario El Observador sobre este caso que arroja un poco de visión al problema.

Fernando Vaccotti

Montevideo: La trama de la guerra narco en el barrio Peñarol, el triple homicidio, una presunta traición y una venganza

Diario El Observador, Montevideo, Uruguay.

(Camino Edison, barrio Peñarol)

28 de abril de 2023 

Quien hasta octubre de 2022 era el capo narco del barrio Peñarol, Mauro Segales, es bajo y fornido. Tiene la cabeza rapada y unos ojos rasgados que buscan puntos fijos donde enterrar una mirada vacía. Mientras tanto, con vehemencia, la fiscal adscripta de Homicidios Alana Eccher explica con lujo de detalles qué le hizo Segales a Beba, una mujer que no llegaba a los 30 años a la que mató porque creía que lo había traicionado. 

Su mirada perdida no se levantaba casi nunca. Era como si Eccher no estuviera describiendo cómo fue uno de los crímenes más sangrientos de 2022 y como si él no hubiera participado.

Pero cuando contó que fue él quien serruchó en partes el cuerpo muerto de Beba, algo le generó. Los ojos rasgados se fueron levemente hacia abajo cuando frunció el ceño. Y después hacia arriba, cuando levantó las cejas, asombrado de que la fiscal detallara lo que le dijo a la joven mientras la estaba matando. 

“! Sos dura!” – fue lo que le dijo Segales mientras la asfixiaba. Como era dura y no se moría, le terminó dando un puntazo con un cuchillo en el cuello de un lado y enterrándole un tramontina del otro lado, dejando solo fuera el mango. 

El líder narco está preso desde octubre y cayó por un homicidio que cometió por error. Pero la Fiscalía de Homicidios de 3o Turno, cuya titular es Adriana Edelman que también estuvo presente en audiencia, lo tenía en la mira por varios más.

Este miércoles, amplió los cargos en su contra y le sumó el homicidio de Beba. En su crimen hay otra persona condenada por encubrimiento.

Segales y otro integrante de su banda, Ramón «El Keto» Viana están en la mira por una triple ejecución que ocurrió en el barrio el 22 de agosto del año pasado. Dos hombres y una mujer fueron asesinados en un descampado tipo cañaveral que los vecinos llaman «el campo de Polo». Esas tres personas consumían drogas, pero también vendían, para la banda de La Tita, la mujer que ganó la guerra narco en Peñarol.

La evidencia apunta a que El Keto y Segales fueron quienes cometieron ese crimen. La teoría de la fiscal sostiene que Beba vio el crimen y presuntamente le dio información a “La Tita” de que ellos eran los culpables. A raíz de eso, el grupo de La Tita tomó represalias. Al “Keto” lo balearon dos veces: el 6 de setiembre y el 10 de octubre. 

Luego, Segales y Viana se convencieron de que Beba los traicionó y los delató con la mujer de la banda rival, tras haberla visto en su casa. Tanto es así que, al otro día de la triple ejecución, el 23 de agosto, fueron y la agredieron físicamente.

La tiraron al piso y la golpearon hasta desmayarla preguntándole «si sabía algo de los tres muertos», dijo Eccher en una audiencia que presenció El Observador

Beba le contó a su expareja, apodado Brasil, que Mauro y Keto la habían secuestrado, le habían pegado y cuando se despertó estaban los dos apuntándoles con arma de fuego. 

En la guerra narco en Peñarol, a la ganadora le dicen La Tita y sigue libre

–¿La mato ahora o no la mato? –le dijo Keto a Segales.

–Ahora no, dale un par de días a ver qué pasa –le contestó el ahora imputado. 

«Ya sabemos lo que pasó días después», advirtió la fiscal. El 24 de octubre, Segales y el Keto le pidieron a la hermana de este último que les abriera un cuarto de la casa que compartían. Cuando llega al lugar, rato después, se encuentra con los hombres amenazando a Beba con un arma.

Segales le repetía que tenía que contarle todo, mientras que Keto le ponía cinta en manos, bocas y pies.

La víctima estaba «indefensa, atada y amenazada», recordó Eccher. 

Finalmente, el imputado le dijo que le daba 10 minutos para que hablara. Ahí, Beba levantó su mano en señal de que hablaría. Ahí contó una serie de detalles que sabía sobre la triple ejecución. También, que lo que sabía se lo había contado a La Tita.

Eso selló su final. Segales la tomó del cuello con su brazo y la ahorcó lo más fuerte que pudo. Pero Beba todavía vivía y por eso él le dijo que era «dura». 

Beba «fue atada, amenazada, casi asfixiada y como aún seguía viva recibió dos puntazos en la zona del cuello. Con tal fuerza y crueldad que uno de los cuchillos se partió y quedó incrustado en su cuerpo. 

La hermana del Keto lo vio todo y fue la encargada de descartar el cuerpo. Pero antes, Segales tomó un serrucho y desmembró el cuerpo de la víctima mientras que Keto la acondicionaba en bolsas de nylon. Finalmente fue la mujer la que, en un carrito de supermercado llevó las bolsas y las depositó en varias bocas de tormenta del mismo barrio. 

Menos de 15 días después del homicidio de Beba, el 8 de noviembre, su ex-pareja apodado “Brasil” participó del homicidio del Keto y su hermano. Por este hecho fue condenado el lunes, informó Telemundo. Según el registro de la audiencia al que accedió El Observador, como Segales «había perdido», es decir, había caído preso, Brasil se la juró al Keto. 

Por eso, a las 3 de la madrugada de esa noche de noviembre, Brasil y otro hombre apodado El Papo –para quien vendía droga– fueron a venderle chasquis (pequeñas dosis de pastabase) a Keto y su hermano, Marcelo Viana. Pese a que no había sido planeado, Brasil, aprovechándose de que no lo conocían físicamente —y por ende no sabían que era expareja de Beba—, atacó. 

El pastizal de AFE en Peñarol del que los narcos se aprovechan para asesinar consumidores

Cuando los Viana se dieron vuelta, Brasil le pegó a Keto reiteradas veces con una especie de atizador de estufa, describió el titular de la Fiscalía de Homicidios de 1o Turno, Carlos Negro. Una vez en el piso, le continuó pegando. 

Finalmente, El Papo –que aún está prófugo de la Justicia– los remató a tiros. Le exigió a Brasil que descarte los cuerpos, pero él los arrastró un par de metros y, aprovechando la distracción de su jefe, salió corriendo y se fugó a Artigas, donde tiene parientes. Por un altercado con ellos estuvo algunos meses preso en Cerro Carancho (Rivera) y quedó en libertad por ese cargo el sábado, momento en el que fue trasladado a Montevideo. 

Fue condenado por la coautoría de homicidio a 5 años y seis meses de prisión a través de un acuerdo abreviado. Cuando le tocó explicarle a la jueza qué era lo que había hecho, Brasil dijo: «Lo golpee reiteradas veces». «¿Y después?», le preguntó la jueza. 

A lo que respondió: «Fue El Papo y lo mató (…) Viene El Papo corriendo y le pega un cuetazo al hermano de él y cuando miro para un costado me corre a mí y le pega un cuetazo a él. Después me apunta el fierro en la cabeza y me dice ‘tratá de desaparecer los cuerpos que si no te mato a vos’. Ahí es que los arrastré un par de metros y los solté y me fui a la mierda. Me fui».

Segales finalmente quedó imputado por dos delitos de homicidio, uno muy especialmente agravado por la grave sevicia (haber hecho sufrir innecesariamente con el fin de matar). La Fiscalía de Homicidios trabaja para terminar de reunir las pruebas y poder imputarle la triple ejecución de agosto.

Su mirada inexpresiva no sacó el foco de la pared que tenía en frente en ningún momento. Ignoraba todo lo que sucedía a su alrededor. Pero cuando la fiscal Eccher contó que pediría que esté preso al menos 180 días más, el capo narco miró a su izquierda. Quiso ver quién pedía que él estuviera más tiempo tras las rejas.

Una cara del Uruguay de hoy.


[1] “Omarcito”, como le llamaba cariñosamente el Intendente de Maldonado Burgueño, era Omar Clavijo, quién dominó la escena departamental del narcotráfico y contrabando durante varios años en ese Departamento. Fue detenido y terminó acribillado en un ajuste de cuentas por integrantes de una banda de paraguayos años después.

Autor: Fernando Vaccotti

Former Field Security Officer OIM AMCA Venezuela. Consultor Privado en FV Consulting. Experto en Seguridad Internacional. Security Consulting Services & Solutions. Consultor Experto en Seguridad WFP (Programa Mundial de Alimentos ONU). Field Security Officer en OIM ONU -Migración. Soluciones en Seguridad Multidimensional. Pensando soluciones fuera de la caja. Out of box thinking.

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