Las pandillas son un fenómeno contra el cual varios Estados centroamericanos llevan décadas combatiendo, pero con escaso éxito en casi todos los casos. Las maras viven de la extorsión a la sociedad, burlando y venciendo a la justicia y policía, y asesinando y atemorizando a la sociedad civil, su principal víctima. Aunque ese estado de guerra interna en que están Guatemala y El Salvador, por poner dos ejemplos, es un horizonte lejano para Uruguay, hay sin embargo algunos aspectos de los procesos de marginación que invitan a algunos jerarcas a advertir sobre una eventual evolución en ese sentido.
Bandas criminales y pandillas de jóvenes: una realidad anticipada
«Un adolescente llegó hasta un narcotraficante del barrio con un negocio entre manos: la pistola Glock que acababa de rapiñarle a un policía. El adulto inspeccionó el arma, y sin dudarlo la compró por $ 10 mil.
Antes de que el joven se fuera con el dinero, el adulto explicó que podría recibir un extra de $ 10 mil más si también mataba al policía al que asaltaba, relató una fuente judicial que tuvo el expediente.
En otro caso, un menor que venía siendo buscado por estar vinculado a una rapiña cometida en el mes de mayo, pudo ser detenido cuando la policía lo encontró gravemente herido. Un grupo de personas que viajaban en auto le dispararon 10 veces antes de atropellarlo con el vehículo y dejarlo moribundo al costado del camino.
De milagro sobrevivió y, tras ser dado de alta, pudo recuperarse para cumplir la pena mínima de 12 meses que se le imputa a los menores que cometan rapiñas. Según contó, conocía a quién lo había matado, y también que por verlo muerto habían pagado $ 100 mil.
Estuvo varios días en el CTI, y en cuanto quedó fuera de peligro fue dado de alta por la mutualista que lo atendió. Un juez entendió que había salido del hospital demasiado pronto y ordenó que volvieran a internarlo. Como resultado, quedó alojado en una sala apartada del centro de salud. Temían que integrantes de la banda fueran a «rescatarlo», como había ocurrido con el delincuente apodado Pato Feo cuando estaba en Traumatología.»
Relato de una realidad anticipada y no escuchada.
Fuentes abiertas y a la vista de toda la sociedad.